Período Antropológico: Los Sofistas Σοφός



 
Bibliografía: CARPIO, Adolfo: Principios de Filosofía. Buenos Aires: Glauco. 2004. Pág. 58-60.
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Al  hablar  de  los  primeros  filósofos  griegos -Tales,  Heráclito,  Parménides,  Zenón- pudo observarse que estos pensadores se ocupaban en lo fundamental con el problema de  determinar  cuál  es  la  realidad  de  las  cosas ,  que  se  ocupaban  sobre  todo  por  los problemas relativos a la "naturaleza" o al "mundo", y no propiamente por el hombre como tal;  por  ello  suele  denominarse cosmológico ese  primer  período  de  la  filosofía  griega durante  el  cual  predominan  los  problemas  relativos  al  "cosmos"  (siglo VI y primera  mitad  del V). Pero  con  el avance  del  siglo V toman  mayor  relieve las  cuestiones referentes   al   hombre,   a   su   conducta   y   al   Estado:   así   se   habla   de     período antropológico, que abarca la segunda mitad del siglo V, y cuyas figuras principales son los sofistas y Sócrates.

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Partenón de Atenas

Según se dijo, la participación de los ciudadanos en el gobierno llega en esta época a su máximo desarrollo; cada vez interviene mayor número de gente en las asambleas y en los  tribunales,  tareas  que  hasta  entonces  habían  estado  reservadas a la aristocracia. Pero ahora el número de intervinientes crece cada vez más, y estos recién llegados a la política, por así decirlo, sienten la necesidad de prepararse, por lo  menos  en  alguna  medida,  para  la  nueva  tarea  que  se  les  ofrece,  desean  adquirir  los instrumentos necesarios para que su actuación en público sea eficaz. Por tanto, buscan, por una parte, información, una especie de barniz de cultura general que los capacite para enfrentarse  con  los  problemas  de  que  ahora  tendrán  que  ocuparse,  una  especie de "educación  superior".  Por  otra  parte,  necesitan  también  un  instrumento  con  el  que persuadir  a  quienes  los  escuchen,  un  arte  que  les  permita  expresarse  con  elegancia,  y discutir,  convencer  y  ganar  en  las  controversias",  el  arte  de  la  retórica  u  oratoria. Pues bien, los encargados de satisfacer estos requerimientos de la época son unos personajes que se conocen con el nombre de sofistas.
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Hoy día el término "sofista" tiene exclusivamente sentido peyorativo: se llama sofista a un discutidor que  trata de  hacer  valer  malas  razones  y  no  buenas,  y que intenta  convencer mediante   argumentaciones   falaces,   engañosas.   Pero   en  la   época   a   que   estamos refiriéndonos,  la  palabra  no  tenía  este  sentido  negativo,  sino  sólo  ocasionalmente.  Si queremos traducir "sofista" por un término que exprese la función social correspondiente a nuestros   días,   quizá   lómenos   alejado   sería   traducirlo   por   "profesor",   "disertante", "conferencista". En efecto, los sofistas eran maestros ambulantes que iban de ciudad en ciudad  enseñando,  y  que -cosa  entonces  insólita  y  que  a  muchos  (entre  ellos  Platón) pareció escandalosa- cobraban por sus lecciones, y en algunos casos sumas elevadas.
En general no fueron más que meros profesionales de la educación; no se ocuparon de la investigación,  fuese  ésta  científica  o  filosófica.  En  tal  sentido,  su  finalidad  era  bien limitada: responder a las "necesidades" educativas de la época. Hoy en día se anuncian conferencias o se publican libros sobre "qué es el arte", o "qué es la filosofía", o "qué es la política", cómo aprender inglés en 15 días, cómo mejorar la memoria o hacerse simpático, tener éxito  en los  negocios  o  aumentar  el  número  de  amigos.  Los  sofistas  respondían  a exigencias   parecidas   o   equivalentes   en   su   tiempo. La mayor parte de los sofistas no fueron más que simples preceptores o profesores; hubo  algunos,  sin  embargo,  que alcanzaron verdadera  jerarquía  de  filósofos: sobre  todo dos, Protágoras y Gorgias.
De los escritos de Protágoras (480 - 410 a.C.) sólo quedan fragmentos, entre ellos el pasaje que cita Platón: "el hombre es la medida de todas las cosas". Con este principio (llamado homo  mensura, "el  hombre  como  medida"),  quedaba  eliminada  toda  validez objetiva, sea en la esfera del conocimiento, sea en la de la conducta; todo es relativo al sujeto: una cosa será verdadera, justa, buena o bella para quien le parezca serlo, y será falsa, injusta, mala o fea para quien no le parezca (a esto se denomina subjetivismo, o relativismo subjetivista).
“Yo [Protágoras] digo, efectivamente, que la verdad es tal como he escrito sobre ella, que cada uno de nosotros es medida de lo que es [verdadero, bueno, etc.] y de lo que no es; y que hay  una  inmensa  diferencia  entre  un  individuo  y  otro,  precisamente  porque  para  uno  son  y parecen ciertas cosas, para el otro, otras. Y estoy muy lejos de negar que existan la sabiduría y  el  hombre  sabio,  pero  llamo  precisamente  hombre  sabio  a  quien  nos  haga  parecer  y  ser cosas buenas, a alguno de nosotros, por vía de transformación, las que nos parecían y eran cosas malas”. (Teétetos, de Platón).

Protágoras enseñaba  el  arte  mediante  el  cual  podían  volverse  buenas  las  malas razones, y malos los buenos argumentos, es decir, el arte de discutir con habilidad tanto a favor  como  en  contra  de  cualquier  tesis,  pues  respecto  de  todas  las  cuestiones  hay siempre dos discursos, uno a favor y otro en contra, y él enseñaba cómo podía lograrse que el más débil resultase el más fuerte, es decir, que lo venciese independientemente de su verdad o falsedad, bondad o maldad.

Gorgias (483 - 375 a.C.) fue otro sofista de auténtico nivel filosófico. Su pensamiento lo resumió en tres principios relacionados entre sí: "1. Nada existe; 2. Si algo existiese, el hombre  no  lo  podría  conocer;  3.  Si  se  lo  pudiese  conocer,  ese  conocimiento sería inexplicable  e incomunicable  a los  demás." Era,  por  tanto,  un  filósofo  nihilista,  según  la primera   afirmación (nihil, en   latín,   significa   "nada");   escéptico,   según   la   segunda; relativista, según la tercera. A pesar de su nihilismo y escepticismo, sin embargo, era uno de los sofistas más cotizados y cobraba muy caras sus lecciones.
De modo que los sofistas con ideas originales fueron de tendencia escéptica o relativista. Más todavía, en cierto sentido podría afirmarse que el relativismo fue el supuesto común, consciente o no, de la mayor parte de los sofistas, puesto que, en la medida en que eran profesionales  en  la  enseñanza  de  la  retórica,  no  les  interesaba  tanto  la  verdad  de  lo demostrado o afirmado, cuanto más bien la manera de embellecer los discursos y hacer triunfar una tesis cualquiera, independientemente de su valor intrínseco. Y el principio del homo mensura y el nihilismo de Gorgias revelan la crisis que caracteriza la segunda mitad del  siglo V, crisis  que  no  es  tan  sólo,  ni  siquiera  primordialmente,  de  carácter  político, social y económico, sino, por debajo de todo ello, en un plano más hondo, una crisis de las convicciones básicas sobre las que el griego había vivido hasta entonces: se trata de la  conmoción  de  todo  su  sistema  de  creencias, de  los  fundamentos  mismos  de  su existencia  histórica,  o,  como  también  puede  decirse,  de  la  "moralidad"  hasta  entonces vigente.  

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